02 octubre 2007

¿Cómo es que vemos solo lo que queremos ver?

Dice el divulgador científico Eduard Punset que “El cerebro no ve nada. La mayor parte de su energía la consume haciendo predicciones en la oscuridad más absoluta.

Y explica: Por fin entendemos porque sólo vemos lo que queremos ver, de la misma manera que la luna nos parece mucho mayor cuando está en el horizonte terrestre que cuando está arriba del todo. Ahora sabemos que el haz de luz visible es sólo una fracción diminuta de todo el espectro de luz.

Ya no podemos estar seguros de nada. De manera que no hace falta luchar contra las opiniones de los demás ni morir por nuestras propias convicciones".


Nada mejor para ilustrar lo que dice Eduard Punset que El Stanford Prison Experiment, que en tiempos recientes, y debido a los eventos de Abu Graib, ha dado lugar al libro "El Efecto Lucifer" de Phillip Zimbardo.

Zimbardo, en su experimento de los años 70, vió horrorizado cómo la presión psicológica de lo que "se cree" que es un hecho podía cambiar el estado de ánimo de las personas hasta puntos insospechados. El ambiente, el sistema, convirtió a algunos participantes en casos patológicos sin conciencia ni empatía en cuestión de horas y a otros en guiñapos a merced de los primeros y de su "sistema". Unos días antes todos ellos eran estudiantes normales, que habían estado de acuerdo en participar en el proyecto.

Los estudiantes llegaron a convertirse en torturadores unos y prisioneros sumisos otros. Tan patéticos fueron los primeros días que hubo que cancelar el experimento mucho antes de lo previsto. Incluso el propio Zimbardo se sintió subconscientemente involucrado en los sucesos. Entonces no se hablaba todavía de emociones ni de gestión de las mismas, pero sí de la enorme capacidad del subconsciente para tomar decisiones en función de lo que "cree" que está pasando.

Hoy las cosas son diferentes, pero nos resistimos al cambio. Seguimos queriendo creer lo que queremos creer, anclados en las teorías y filosofías del pasado y del "romanticismo".
Situar la emociones en su contexto real y actuar de acuerdo con la realidad desprovee a algunas emociones de su "mística" y eso provoca miedo. Situar a algo tan "etéreo", tan "divino" como es el amor, en un contexto biólogico parece quitarle "pasión" al asunto. Queremos seguir amando con el corazón mientras popularmente decimos, ya desde antes de que se supiera gran cosa sobre la biología de las emociones, que "hay química" entre las personas, aunque amar "biólogicamente" no parezca sensato.

Buscar culpables para explicar la rabia que sentimos y dividirnos en "buenos" y en "malos", en ricos o pobres, en judios o arios, en cristianos o musulmanes, en poderosos y sumisos, como pasó en el experimento de Stanford, parece mucho más "lógico".

No estamos educados para tomar el control consciente de lo que ocurre en el subconsciente, quizás por eso los divulgadores como Punset y otros creen que hay que empezar a enseñar a los niños a manejar sus emociones porque los adultos, por el momento, no parecen muy dispuestos a manejarlas en función de los datos científicos de que disponemos.

Más sobre el experimento de Stanford AQUI.

1 comentario:

Maria dijo...

neurotransmisores, hay quien dice que la vida es puro teatro. Lamentablemente parece que no somos totalmente conscientes al elegir nuestro papel.