Un psiquiatra de la Universidad de Harvard, Joseph Gelmullen afirma que las drogas ilegales son objeto de un escrutinio mucho más cuidadoso que los efectos secundarios de los medicamentos que se estudian en función del riesgo relativo y de sus beneficios en lugar de hacerse en función de todos los riesgos imaginables como se hace con las drogas ilegales.
Además, indica que los efectos tóxicos que se observan únicamente a altas dosis en estudios a corto plazo también pueden ocurrir a largo plazo aun cuando las dosis sean muy inferiores. Una vez que un medicamento ha sido aprobado, se pierde la oportunidad de descubrir evidencia durante los ensayos clínicos. Por si esto fuera poco las empresas farmaceúticas tienen gran interés en controlar lo que los consumidores puedan saber sobre los medicamentos que fabrican.
En su libro Prozac Backlash: Overcoming the Dangers of Prozac, Zoloft, Paxil, and Other Antidepressants with Safe, Effective Alternatives, (Ataque al Prozac: Superar los peligros del Prozac, Zoloft, Paxil y otros antidepresivos con alternativas seguras y eficaces), dice que tienen más efectos secundarios y más peligrosos de lo que sus fabricantes informan y que las quejas de los pacientes suelen ser ignoradas.
Además opina que estos medicamentos se recetan con demasiada frecuencia y durante periodos de tiempo demasiado largos y para una abanico de síntomas demasiado extenso. Más importante aún, Glenmullen cree que la forma en que se está realizando el marketing de estos medicamentos sugiere que la depresión es principalmente un problema biológico que se resuelve con medios bioquímicos, en lugar de verlo como un fenómeno bio-psico-social que puede resolverse en muchos casos con psicoterapias tradicionales y sin necesidad de fármacos.
En su libro Prozac Backlash: Overcoming the Dangers of Prozac, Zoloft, Paxil, and Other Antidepressants with Safe, Effective Alternatives, (Ataque al Prozac: Superar los peligros del Prozac, Zoloft, Paxil y otros antidepresivos con alternativas seguras y eficaces), dice que tienen más efectos secundarios y más peligrosos de lo que sus fabricantes informan y que las quejas de los pacientes suelen ser ignoradas.
Además opina que estos medicamentos se recetan con demasiada frecuencia y durante periodos de tiempo demasiado largos y para una abanico de síntomas demasiado extenso. Más importante aún, Glenmullen cree que la forma en que se está realizando el marketing de estos medicamentos sugiere que la depresión es principalmente un problema biológico que se resuelve con medios bioquímicos, en lugar de verlo como un fenómeno bio-psico-social que puede resolverse en muchos casos con psicoterapias tradicionales y sin necesidad de fármacos.
Glenmullen, que sigue recetando recaptadores de la serotonina, como los mencionados anteriormente, cuando lo considera apropiado, considera que son parecidos a los estimulantes como las anfetaminas y la cocaína, drogas que en el pasado se consideraron casi milagrosas y se usaron ampliamente, sin temor a sus efectos secundarios, para tener más energía, mejorar el estado de ánimo y enfocar mejor los problemas cotidianos. Aún quedan nombres comerciales como testigos de aquella época en que , se dice, que Freud consumía vino de coca.
2 comentarios:
vale, de acuerdo en parte.
Y qué hacemos con el suicida de "Adios muy buenas"? psicoterapia?, no lo creo,es como todo, bien aplicado o mal aplicado
saludos!
una amiga
Hola Anónimo. Gracias por tu visita y tu comentario.
Opino como tu. De ahí el dicho "No hay enfermedades sino enfermos" cada individuo necesita su tratamiento individual. Es de suponer que esa es la razón por la que Glenmuller sigue recetando recaptadores de serotonina cuando lo considera necesario.
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